Inmersos en el Barranco del Poqueira

Generalmente cuando llega un fin de semana largo, nos vamos fuera de España,  París, Londres o Roma. En esta ocasión, la crisis nos hizo pensar en algo más cercano. Por suerte, había llegado a nuestras manos un folleto sobre una serie de actividades de ecoturismo a celebrar el día 6 en el barranco del Poqueira y allí nos presentamos.

El viernes por la noche dormimos en el Hotel Finca Los Llanos en Capileira, mucho frío fuera, habitación confortable. Por la mañana desayuno entre ecológico y de productos locales. 

               

Nos dan la bienvenida los guías del Parque Nacional de Sierra Nevada y nos explican que esta jornada se enmarca dentro de la Carta Europea de Turismo Sostenible  casualmente, en el periódico del domingo amplío información sobre el tema. Buen comienzo.

Subida en coche hacia el inicio del itinerario en la acequia baja de Pitres, hay nieve, los niños alucinan, andamos por el borde de la acequia que va cargada de agua. El guía nos explica el funcionamiento de las acequias de careo en la Alpujarra. Sorprendente, yo pensaba que una acequia era un canal de riego y resulta que es mucho más.

En un punto, una vista espectacular de las cumbres, todas nevadas, se ve el Veleta y más adelante el Mulhacén. 

Nos proponen un juego para entender la vegetación de la sierra, muchas risas.

De vuelta, otra parada en una alberca centenaria, desde allí se ve el mar, el día está totalmente claro y las vistas son inmejorables.           

                                                                      

      

Bocadillo de jamón alpujarreño  (Jamones Morillas, Lanjarón), prados verdes, caballos, los niños contentos, nosotros también.

A las 16,30 comienzan los talleres con artesanos, los niños van a aprender a hacer adornos de navidad en el taller textil Hilacar en Bubión con Ana Martínez, figuras con envases reciclados con Pepa Aranda que ha venido de La Zubia y en el telar de Mercedes Carrascosa en Pampaneira, también harán dulces de chocolate en la Abuela Ili. Todos contentos.

                         

El día es completito, son las siete de la tarde, ya de noche y con frío cuando estamos convocados en la plaza de Pampaneira. Por la mañana, nos habían dicho que haríamos un recorrido por la historia del pueblo, pero no imaginábamos como sería.

Los guías se presentan y comenzamos. En un punto, la alcaldesa, nos da la bienvenida, subimos por una empinada cuesta y, en lo alto, aparece un alguacil (una) que les reparte títulos de propiedad a los niños, hay sorpresa de todos. 

Más adelante, Virginia Wolf nos lee una curiosa carta de su amigo Gerald Brenan, seguimos, este itinerario parece que no va tener desperdicio, ahora es una molinera y un estudiante los que se enzarzan en un provocativo diálogo y por último, en un estrecho callejón, una voz de ultratumba nos cuenta su historia.

   

Velada sorprendente, ahora nos queda la cena, el lugar, ya lo conocíamos y sabíamos que nos gustaría, La Ruta del Mulhacén. 

Larga vuelta a casa con los niños dormidos y nosotros con una sonrisa de oreja a oreja y con el pensamiento de que en vez de París, siempre nos quedará La Alpujarra.